lunes, 8 de octubre de 2018

Isabel I y la era dorada de Inglaterra

A primeras horas del 24 de marzo de 1603, falleció a los 69 años de edad la reina Isabel I de Inglaterra (Greenwich, 1533) en el Palacio de Richmond, a orillas del río Támesis, donde solía ir a cazar ciervos. Según Henry Parry, el capellán real, murió sosegadamente: «Esta madrugada alrededor de las 3:00, Su Majestad partió de esta vida, suavemente como un cordero, fácilmente como una manzana madura del árbol».
Su dilatado reinado, de 44 años de duración, es uno de los más largos de la Corona británica, eso sí, superado con creces por Isabel II, que lleva ya más de 60 años en el poder.
Isabel I, hija de Enrique VIII, que se casó seis veces, está considerada una de las grandes monarcas de la historia de Inglaterra, que gobernó durante la era dorada de este país. No sólo afirmó a Inglaterra como potencia política y económica, sino que propició un gran desarrollo cultural. Bajo su mandato vivieron personajes ilustres como William Shakespeare o Christopher Marlowe; pero también corsarios como Francis Drake, que contribuyó (además de los elementos) en la derrota de la gran flota enviada por Felipe II a conquistar Inglaterra, o Walter Raleigh, que participó en la toma de Cádiz en 1596.
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Isabel I ha pasado a la historia tanto por sus virtudes como por sus defectos. Fue una persona culta e inteligente, implacable y enérgica, pero también cruel y ávida de poder. Durante toda su vida eludió el matrimonio para garantizar la independencia de sus actuaciones, por lo que se la conoce como la Reina Virgen, aunque según se cuenta se enamoró en reiteradas ocasiones, especialmente de Robert Dudley, el primer conde de Leicester, que murió de una enfermedad repentina en 1588.
Isabel I apoyó a los protestantes, persiguió a los católicos y creó la Iglesia de Inglaterra, independiente de Roma, que consolidó el anglicanismo. En 1587 decapitó a María Estuardo, la reina de Escocia, en el castillo de Fotheringhay, que murió como una mártir católicaEsta ejecución provocó el enfrentamiento definitivo entre Inglaterra y la España católica, que a pesar de la ruina económica que la guerra ocasionó a ambos países, consagró la supremacía marítima de Inglaterra e impulsó su expansionismo.
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Se desconoce cuál fue la causa exacta de la muerte de Isabel I. En sus últimos años sufría de insomnio y depresión, padecía debilidad general y, según se cuenta, se sentía atormentada por la muerte de María Estuardo. Murió echada sobre unos cojines que habían extendido en el suelo sus damas de honor, quizá por muerte natural, neumonía e incluso envenenamiento con cerusa, una sustancia que utilizaba como maquillaje.

La increíble historia de Catalina de Erauso, la Monja Alférez

Novicia convertida en militar, asesina confesa de al menos diez hombres, pendenciera, ludópata, virgen, lesbiana y trasmutada en hombre. Catalina de Erauso es uno de esos personajes novelescos que sólo el Barroco y el Siglo de Oro español pueden ayudar a contextualizar. La mayor parte de lo que conocemos de su vida se debe a una autobiografía que bien pudiera ser un memorial al rey Felipe IV dictado para acompañar la solicitud de una pensión vitalicia. El relato, lleno de hechos verídicos salpicados de situaciones y coincidencias tan forzadas como increíbles, alcanzó fama. Se hicieron al menos dos ediciones de sus memorias; y, en 1629, el dramaturgo Juan Pérez de Montalbán, discípulo predilecto de Lope de Vega, compuso y representó en la corte La monja Alférez, obra teatral que marcó definitivamente al personaje.
Contradictoria hasta en la fecha de su nacimiento, en sus memorias asegura que nació en San Sebastián en 1585, pero su partida de bautismo de la parroquia donostiarra de San Vicente indica el 10 de febrero de 1592. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. A los cuatro años fue internada junto a sus tres hermanas en el convento de las dominicas de San Sebastián el Antiguo. Inadaptada y rebelde, la trasladaron al convento de San Bartolomé, de normas y clausura más estrictas. Oprimida y vejada por una de las religiosas, Catalina huyó del monasterio con 15 años sin haber llegado a profesar.

En la piel de un hombre

Su escapada duró varios días, andando «sin haber comido más que hierbas que topaba por el camino», hasta que llegó a Vitoria, donde entró a trabajar en casa de un médico, pariente lejano, que no supo reconocerla con los ropajes de hombre, pues Catalina había decidido vivir y vestir como un hombre. Tres meses después huyó de la casa con el dinero que había robado a su pariente y se estableció en Valladolid, donde se convirtió en paje del secretario del rey Juan de Idiáquez y se hizo llamar Francisco de Loyola. En sus memorias relata que se encontró allí con su padre, que no la reconoció. Catalina escapó hacia Bilbao. En la capital vasca apedreó a unos muchachos que se burlaron de ella e hirió tan gravemente a uno de ellos que fue encarcelada un mes. Luego pasó a Estella, en Navarra, donde se empleó como paje de un hidalgo. Dos años más tarde volvió a San Sebastián y un día oyó misa junto a su madre, que «no me conoció», asegura en las memorias.
Tras huir del convento sin haber profesado, decidió vestir y vivir como un hombre haciéndose llamar Francisco de Loyola
En busca de nuevos horizontes, Catalina se enroló en la flota que partía hacia América. Cuando al año siguiente los galeones regresaban a España cargados con el oro y la plata americanaCatalina robó quinientos pesos del camarote del capitán de su nave y se escondió en el puerto de Nombre de Dios hasta que los navíos estuvieron bien lejos. Siempre viviendo como Francisco, se trasladó a Perú, donde entró a trabajar como ayudante de un comerciante español al que sirvió con lealtad y diligencia, por lo que al poco tiempo estaba al frente de uno de los almacenes del empresario en la ciudad de Saña. Pero su carácter bravucón la metió en una riña que concluyó con un caballero muerto, otro herido y ella en la cárcel. Su amo la sacó de prisión con el ánimo de casarla con su propia amante, pero al negarse a ello Catalina el comerciante la trasladó a su negocio de Trujillo. Al cabo de un par de meses apareció con dos amigos el caballero al que Catalina había herido en Saña. Una nueva trifulca acabó con otro hombre atravesado por el estoque de la donostiarra y ella refugiada «a sagrado» en una iglesia.

Al servicio de su hermano

Para que escapara del cargo de homicidio y de numerosas deudas de juego, su amo logró enviarla a Lima a trabajar en una tienda de un amigo suyo. En Lima, según cuenta ella misma, tuvo relaciones con la sobrina de su jefe, lo que a la postre le costó el despido. Sin dinero ni trabajo, se alistó en uno de los enganches que reclutaban soldados para enfrentarse con los indios mapuches en el sur de Chile.
Catalina se enroló en la flota que partía hacia América y entró a trabajar como ayudante de un comerciante español en Perú
Dispuesta a «andar y ver mundo», desembarcó en Concepción bajo la identidad de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, junto con otros miles de soldados. Allí vuelve a darse otra de esas fascinantes coincidencias que hacen sospechar que las memorias de Catalina, tal y como han llegado a nosotros, puedan tener partes de alguno o algunos autores apócrifos que hubieran ido coloreando los escritos originales con ánimo novelesco. Sólo así se entiende que el soldado Alonso se encontrara con su hermano Miguel, a la sazón secretario del gobernador de Chile. Sin confesarle la vinculación familiar, se hicieron buenos amigos y Alonso se incorporó al séquito personal de Miguel, «comiendo a su mesa casi tres años» sin ser reconocido. Cuando Miguel se enteró de que su sirviente cortejaba a una amante suya lo despachó a correazos al fuerte de Paicabí, un duro correccional en el frente araucano.

Ascendida a alférez

Cuatro años estuvo Catalina batallando ferozmente contra los mapuches. El soldado Díaz mostró su valor en varias acciones, la más legendaria de las cuales fue el rescate de las banderas del batallón robadas por los nativos, por lo que su propio hermano Miguel solicitó que se le diera el cargo de capitán. Pero –según refiere Catalina– sólo fue ascendida a alférez de compañía porque había ahorcado a un líder mapuche, Quispiguaucha, en vez de entregarlo vivo para ser interrogado.
Una tarde de 1609, acantonada en Concepción en espera de poder regresar a Lima, en una de sus muchas trifulcas a causa de su afición a los naipes, atravesó con su espada a otro oficial e hirió de muerte al alguacil que iba a detenerla. Siguiendo su vieja estrategia, se acogió a sagrado en el convento de San Francisco, que permaneció más de seis meses cercado por las tropas del gobernador. Cuando se relajó la vigilancia, decidió salir para ejercer de padrino de un compañero suyo en un duelo. En una noche tan oscura «que no nos veíamos las manos», se batieron no sólo los dos que se habían desafiado, sino también sus apoderados. Aparece aquí otra increíble fatalidad, pues el padrino de la parte contraria al que Catalina hirió de muerte resultó ser su hermano. Por si esto fuera poco, éste fue enterrado en el convento de San Francisco, el mismo lugar en el que su asesina tuvo que esconderse ocho meses más antes de poder huir a Tucumán junto con otros dos prófugos en un duro periplo que les obligó a comerse a uno de sus caballos para sobrevivir. Allí hizo promesa de casamiento a dos mujeres, de las que tuvo que huir antes de que se descubriese su verdadera naturaleza.

Condenada a muerte

Catalina alcanzó la villa de Potosí a caballo y allí vivió un par de años hasta enrolarse en una compañía militar con destino a la región de los Chunchos, tierras en las que batalló a los indios con gran ímpetu. Catalina relata un enfrentamiento con éstos –más de diez mil, según ella– en el que «volvimos a ellos con tal coraje e hicimos tal estrago, que corría por la plaza abajo un arroyo de sangre como un río, y fuimos siguiéndolos y matándolos hasta pasar el río Dorado». Después de acumular todo el oro que pudo, se licenció y se estableció en La Plata (hoy Sucre, en Bolivia) como administradora de una viuda rica. Otra vez envuelta en un turbio asunto, fue acusada de rajar la cara a una mujer con una navaja de barbero por vengar a su señora, que había sido golpeada en la cara con un zapato por la malhumorada dama tras una discusión entre ambas.
Huida de nuevo, anduvo comerciando con trigo entre Cochabamba y Potosí. Pendenciera y ludópata sin remedio, mató a dos hombres en sendas riñas de juego, y a resultas del segundo homicidio fue juzgada y sentenciada a muerte. Cuando ya tenía la soga al cuello salvó milagrosamente la vida: dos de los testigos –condenados a su vez– se retractaron y aseguraron «que, inducidos y pagados y sin conocerme, habían jurado falso contra mí».
A continuación, Catalina viajó sin rumbo hasta que regresó a Cuzco, donde otra pendencia de naipes derivó en su enésimo lance de espadas. Catalina fue herida de gravedad, pero acabó con la vida de un gigantón apodado «el Nuevo Cid». Ayudada por amigos vizcaínos «determiné mudar de tierra». Convertida en una homicida buscada por todo el Perú, finalmente fue reconocida y detenida en Huamanga (el actual Ayacucho), no sin antes matar a uno de los guardias que querían prenderla y herir a dos más.
Entonces, el alférez Díaz, al verse enfrentado a una muerte segura, pidió entrevistarse con el obispo, Agustín de Carbajal, al que contó en confesión toda su vida y le reveló el engaño de sus ropas: «La verdad es ésta, que soy mujer». El obispo mandó a dos matronas que reconocieran a Catalina y éstas certificaron que era doncella. El prelado, conmovido, pactó que cumpliera su pena en el convento de las clarisas de Huamanga. La extraordinaria historia de Catalina se hizo pública y los alucinados lances de su biografía circularon por todo el virreinato.

Recibida por el papa

Convertida en una celebridad, Catalina fue reclamada por el arzobispo de Lima y el virrey, ansiosos de conocerla. Enclaustrada en el convento de las comendadoras de San Bernardo, vivió en Lima dos años hasta que se supo que nunca había profesado como monja como ella sostenía, pues en su San Sebastián natal no pasó de novicia. Arrepentida, perdonada y exclaustrada, en 1624 regresó a España como hombre, haciéndose llamar Antonio de Erauso. En el viaje escribió o dictó los escritos que hoy conocemos como sus memorias. Tras ser recibida por el rey Felipe IV marchó a Italia, donde se entrevistó con el papa Urbano VIII, quien le concedió permiso para seguir vistiendo y firmando como hombre.
A partir de aquí su leyenda creció, pero ella desapareció de la vida pública. Al parecer, regresó a América y se dedicó a trasladar a pasajeros y equipajes desde el puerto de Veracruz a la ciudad de México con una recua de mulas. Murió en 1650 en la localidad de Cuitlaxtla.

Para saber más

Historia de la Monja Alférez. Á Esteban (ed.). Cátedra, Madrid, 2006.
Sexo, identidad y hermafroditas. F. Vázquez García y R. Cleminson. Cátedra, Madrid, 2006.
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Boudica

Boudica fue una reina guerrera de los icenos, que acaudilló a varias tribus britanas, incluyendo a sus vecinos los trinovantes, durante el mayor levantamiento en Britaniacontra la ocupación romana, entre los años 60 y 61 d. C., durante el reinado del emperador Nerón. Estos hechos fueron narrados sobre todo por dos historiadores, Tácito (en sus Anales y en La vida de Julio Agrícola) y Dion Casio (en Historia romana).
Su nombre significaba ‘victoria’. También se la conoce como BúdicaBuduicaBonduca o por su forma latinizada de Boadicea

Tácito y Dion Casio coinciden en que Boudica provenía de familia de aristócratas icenos. De ella narra Dión Casio que «poseía una inteligencia mayor que la que generalmente tienen las mujeres», que era alta, de voz áspera y mirada feroz, cabello pelirrojo hasta la cadera, túnica de muchos colores y un manto grueso ajustado con un broche. Siempre usaba un grueso collar de oro, posiblemente un torque, aditamento que entre los pueblos celtas siempre significaba nobleza.
Su esposo Prasutago (Prasutagus), probablemente llamado Esuprasto (Esuprastus), era el rey de los icenos, tribu que habitaba la zona del actual Norfolk (al este de Inglaterra). Al principio no fueron parte del territorio invadido por los romanos, porque tuvieron el estatuto de aliados durante la conquista romana de Britania llevada a cabo por Claudio y sus generales en el año 43.
Como todos los pueblos celtas, daban gran importancia a su independencia, habiéndose dado varios roces entre los romanos y los icenos con anterioridad al levantamiento del año 60, el más importante de los cuales se verificó cuando el entonces gobernador de Britania Publio Ostorio Escápula los amenazó con desarmarlos.1

sábado, 15 de septiembre de 2018

15 de setiembre: ¿Qué pasó un día como hoy?

El 15 de setiembre de 1890 nace la novelista británica Agatha Christie. Conoce aquí las efemérides del día.
15 de setiembre: ¿Qué pasó un día como hoy?
15 de setiembre: ¿Qué pasó un día como hoy?
Agatha Mary Clarissa Miller nació en Torquay, en la costa sur de Inglaterra, el 15 de setiembre de 1890. La pequeña Agatha quedó huérfana de padre a los 11 años de edad. Desde entonces su madre le impuso una estricta educación privada. Se casó en 1914 con Archibald Christie, un destacado aviador, entonces pasó a ser Agatha Christie.
Con ese nombre se dedicó primero a ser enfermera voluntaria durante la Primera Guerra Mundial, y luego sería una de las escritoras más prolíficas de la historia literaria. Su necesidad de nuevas experiencias la hizo viajar a Medio Oriente (Siria e Irak, especialmente) y de esa aventura oriental surgirían obras como     “Asesinato en Mesopotamia” (1930), “Muerte en el Nilo” (1937) y “Cita con la muerte” (1938).
Pero su verdadera fama literaria ya había empezado en 1920 cuando Agatha escribió “El misterioso asesinato en Styles”. Allí nació su personaje más recordado: el inmortal policía belga Hércules Poirot, quien tuvo el honor de avivar la imaginación de la escritora unos 50 años, toda su vida literaria.
Luego de una severa gripe, la autora de tramas de suspenso e intriga policiales, la gran Agatha Christie, murió Inglaterra, el 12 de enero de 1976.
Con unas 80 novelas, decenas de cuentos y obras teatrales, así como adaptaciones al cine, televisión y radio, su obra literaria  ha sido traducida a 45 idiomas. Una verdadera best seller que ha vendido más de dos mil millones de libros en todo el mundo.
15/09/1926: Nace el matemático francés Jean Pierre Serre, quien destacó en geometría algebraica y teoría de números. Uno de los matemáticos más notables del siglo XX.
15/09/1945: Fallece Anton Webern, compositor austríaco.
15/09/1946: Nace Tommy Lee Jones, actor norteamericano.
15/09/1964: En Moscú, el primer ministro Nikita Kruschev anuncia que la URSS ha desarrollado una “nueva arma terrible y monstruosa.
15/09/1980: Fallece el estadounidense Bill Evans, uno de los mejores pianistas de jazz.
15/09/2006: Fallece Oriana Fallaci, destacada periodista y escritora italiana.

15 de septiembre

Firma del Acta de Independencia de Centroamérica.

Culminó Batalla de Khalkhin Gol

La Batalla de Khalkhin Gol fue el enfrentamiento decisivo durante la guerra fronteriza no declarada entre el Ejército del Imperio de Japón y el de la Unión Soviética. La guerra fue provocada gracias a las ambiciones territoriales de Japón, desde 1938 esta potencia venía invadiendo varias regiones de China, pero luego dirigió su atención hacia la Unión Soviética. Esto provocó el incidente conocido como Batalla de Khalkhin. El Ejército Rojo de la Unión Soviética logró derrotar al ejército japonés en el enfrentamiento. Después de la batalla, el ejército soviético atacó a las tropas japonesas restantes, enviándolas de vuelta a Manchukuo. El 16 de septiembre los japoneses solicitaron un cese al fuego a la guerra que había iniciado el 11 de mayo de 1939, y dos años después reconocieron por medio de un tratado (el Pacto de Neutralidad) el estado de la frontera. De los más de 30.000 soldados del bando japonés, 8.440 murieron y más de 8.766 fueron heridos. De los 57.000 soldados del Ejército Rojo, con sus 498 tanques y 346 vehículos blindados, se declararon 9.284 bajas. Como resultado de la batalla, Japón se volvió reacio a atacar a la Unión Soviética, prefiriendo hacerlo contra los Estados Unidos.

Muere el artista chileno Víctor Jara

Tras ser detenido y torturado en el infame Estadio de Santiago de Chile, muere el artista chileno Víctor Jara bajo las balas de una ráfaga de ametralladora. Jara es uno de los artistas populares de Chile más comprometidos y sensibles a las tradiciones de su tierra. Comienza su carrera en la dramaturgia, pero en logra su fama como compositor y cantante del grupo musical Cuncumén. Jara apoya públicamente al socialismo chileno y se convierte en una de las figuras que respalda la gestión del presidente Salvador Allende. Por ese motivo los militares no dudan en hacerlo objeto de su furia cuando lo detienen en la Universidad de Chile el día del golpe de 1973, sitio en el que curiosamente se preparaba para dar un recital en contra de las idea fascistas. En sus últimos momentos de vida, en trozos de papel escribe un poema que dice: "Somos cinco mil/ en esta pequeña parte de la ciudad/somos cinco mil/ ¿cuántos seremos en total en las ciudades/ y en todo el país".

Se desencadenó Noche de los Lápices en Argentina


Se conoce como Noche de los Lápices a una serie de secuestros de diez estudiantes secundarios, ocurridos durante la noche del 16 de septiembre de 1976 y días posteriores en la ciudad de La Plata, Argentina. Este suceso es uno de los más representativos dentro de lo que se recuerda como "la represión" impuesta por la dictadura argentina del entonces presidente Jorge Rafael Videla, englobada en el plan del Proceso de Reorganización Nacional, ya que las desapariciones se realizaron sobre estudiantes, en su mayoría, menores de edad. Las víctimas eran en su mayoría militantes o ex-militantes de la Unión Estudiantil Secundaria (UES) de La Plata, esta agrupación, junto a otras habían reclamado en 1975 ante el ministerio de Obras Públicas el otorgamiento del boleto estudiantil secundario, en ese momento inexistente. Aunque oficialmente ningún documento oficial asegura que las desapariciones se realizaron a causa del reclamo por el pedido del boleto estudiantil, y hasta dos de los sobrevivientes niegan la relación directa entre los secuestros y el reclamo estudiantil específico, los diferentes testimonios aportados por los sobrevivientes tanto en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) como en el Juicio a las Juntas intuyen a esta teoría como válida. Tan sólo tres de los estudiantes secuestrados sobrevivieron a las posteriores torturas y traslados impuestos por la dictadura. Aunque algunos grupos de militares retirados niegan los hechos como válidos, el estado argentino -en su totalidad- reconoce su accionar en lo ocurrido. El caso tomo notoriedad pública en 1985 luego del testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes en el Juicio a las Juntas. Él mismo participó de la creación del guión que llevo la historia en 1987 al cine.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Luigi Galvani, descubridor de la electricidad en el sistema nervioso de los animales




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Luigi Galvani, científico y médico italiano, quien descifrará la naturaleza eléctrica del impulso nervioso, lo que lo llevó a descubrir el sistema nervioso en los animales, nació el 9 de septiembre de 1737, en Bolonia, Italia.
El descubrimiento fue accidental, mientras disecaba una pata de rana; su bisturí tocó accidentalmente un gancho de bronce del que colgaba la pata, con lo cual se produjo una pequeña descarga, y la pata se contrajo espontáneamente.
El 6 de noviembre de 1780 fue cuando inició sus experimentos con ancas de ranas sometidas a la influencia de la electricidad artificial, producida con su máquina electrizante, construída ese mismo año, formada por dos metales diferentes y los fluidos naturales extraídos desde una rana disecada, lo que provocaba que las extremidades convulsionaran.
Mediante repetidos y consecuentes experimentos, Galvani se convenció de que lo que se veía eran los resultados de lo que llamó “electricidad animal”. Galvani identificó a la electricidad animal con la fuerza vital que animaba los músculos de la rana, e invitó a sus colegas a que reprodujeran y confirmaran lo que hizo.
A partir de entonces Galvani comenzó a incluir en sus conferencias pequeños experimentos prácticos que demostraban a los estudiantes la naturaleza y propiedades de la electricidad. Aplicaba una pequeña corriente eléctrica a la médula espinal de una rana muerta, y se producían grandes contracciones musculares en los miembros de la misma. Estas descargas podían lograr que las patas (incluso separadas del cuerpo) saltaran igual que cuando el animal estaba vivo.
En 1786, Galvani obtendrá los mismos efectos con la electricidad natural de la atmósfera y luego con el solo contacto con una plancha de hierro, inaugurando con estas experiencias un nuevo campo de investigación en neurofisiología y electroterapia. En 1791, como conclusión de sus estudios sobre la naturaleza eléctrica de la actividad neuronal publica: “Comentario sobre el efecto de la electricidad en la movilidad muscular” donde expuso la teoría de la existencia de una fuerza vital de naturaleza eléctrica que regiría los sistemas nerviosos y muscular; con esto el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.
Galvani atribuyó el fenómeno de las convulsiones a un efecto de condensador realizado por las ancas de las ranas, pero nada pudo deducir de esta opinión errónea, que fue rectificada en 1792 por el físico italiano Alessandro Volta, mediante los experimentos que realizó en la Universidad de Pavía. Volta confirmó que los resultados eran correctos pero no quedó convencido con la explicación de Galvani. Los cuestionamientos de Volta hicieron ver a Galvani que aún restaba mucho por hacer. La principal traba a su explicación era el desconocimiento de los motivos por los que el músculo se contraía al recibir electricidad. La teoría obvia era que la naturaleza del impulso nervioso era eléctrica, pero quedaba demostrarla.
El fisiólogo llamó a esta forma de producir energía “bioelectrogénesis”. A través de numerosos y espectaculares experimentos —como electrocutar cadáveres humanos para hacerlos bailar la “danza de las convulsiones tónicas”— llegó a la conclusión de que la electricidad necesaria no provenía del exterior, sino que era generada en el interior del propio organismo vivo, que, una vez muerto, seguía conservando la capacidad de conducir el impulso y reaccionar a él consecuentemente.
En su honor se denomina “galvánica” a la electricidad desarrollada por el contacto de dos metales diferentes con un líquido interpuesto, a las fuentes de energía eléctrica continua y a las acciones de las corrientes eléctricas en el organismo humano.
En su honor el matemático y físico francés André-Marie Ampère propuso en 1820 que el aparato para la medición del paso de la corriente eléctrica se denominara “galvanómetro”.
En 1797 cuando todos los profesores universitarios fueron “invitados” a firmar un juramento de lealtad al emperador extranjero Napoleón Bonaparte durante la época de la invasión de éste a Italia, con enorme integridad y nacionalismo, Galvani se negó a hacerlo, y como consecuencia fue inmediatamente despedido de todos sus cargos.
Galvani, en cuyo honor se denominó a un cráter de la Luna, murió menos de un año más tarde, el 4 de diciembre de 1798, en Bolonia, Italia.